lunes, 21 de noviembre de 2016

Cimientos para una poética dramatúrgica de Javier Márquez

Cimientos para una poética dramatúrgica
de Javier Márquez
[Texto escrito en 2012]

-La página es la ausencia. El espacio vacío, la oscuridad, el silencio, el tiempo suspendido. Revalorar la página como el espacio donde acontece la dramaturgia con todas sus textualidades, sus bordados profundos.

-La palabra en la dramaturgia es la palabra atómica. Conjunta en sí misma los tres tiempos: el pasado como un texto memoria del autor, el presente del lector y el futuro de su escenificación.
“El teatro está en ese momento paradójico de ser memoria del futuro, ser plano de algo que va a suceder; y es un proyecto de algo que ya está muerto. La literatura no es el papel, es el momento en que el tipo que va a escribir lo imagina. Lo demás es memoria.” (Chías)

-La palabra en la dramaturgia es mutante: un signo gráfico que mutará su materialidad en la escena.
La palabra visual de la escenografía, el vestuario, la iluminación.
La palabra sonora para la oralidad, la música, las instalaciones escenofónicas.
La palabra semántica de las acciones de los actores, de los vacíos profundos.
“Éste es mi actor preferido. Tiene una gran expresión por fuera pero por dentro está vacío” Peter Brook.

-Por todo lo anterior, la dramaturgia es polidimensional. Sucede en los planos del espacio, el tiempo, el sonido, la plástica, el cuerpo, la semántica, etc. Dimensiones que se devoran como Uroboros, que se superponen como las escaleras de Escher.
Las dimensiones espacio-temporales de la página como espacialidad.
Las dimensiones sonora y semántica de la palabra.

-En éste sentido, la dramaturgia está más cercana a la arquitectura.
No como un plano sino como una arquitectura ya construida, una arquitectura semántica.
Arquitectura semántica como una estructura temática que propicia las acciones del lector/espectador.
No hay que entender la semántica aquí como el muro que se encuentra al fondo de la perspectiva en donde está escrito con letras de oro el querer decir del autor, el “mensaje”; sino como un hoyo negro que propicia que el lector/espectador vacíe sus contenidos, que vomite sus necesidades.
Por esto habría que procurar el vacío por cualquier medio.
El vacío sostiene el texto.
La puesta en página, una puesta en el vacío.
De nueva cuenta un vacío que no se buscará llenar en la escenificación sino todo lo contrario, se potenciará.

-El texto dramatúrgico pensado como arquitectura semántica necesita también un repensar la palabra como herramienta de uso, como objeto con su posibilidad de destrucción.

-Repensar la palabra en la dramaturgia a través, también, de las teorías de la dirección y actuación contemporáneas.
“Dirijo como escribo” (Kartún).
“Dirigir es escribir en el escenario” (Villarreal).

-El actor ya no representa sino que está presente en escena dicen teóricos como Hans-Thies Lehmann, Jean Frederic Chevallier, entre otros. El actor como presencia con todo su ser y estar en el aquí y ahora.
“Lo que pretende  el escenario ya no es tanto representar una única  y gran  acción que pone en conflicto  varios  personajes  según una línea destinal, sino más bien presentar  o exhibir algo de la existencia  humana”. (Chevallier)
Lograr que la palabra no represente, que la palabra sea presencia única.
Posiblemente a través del desmantelamiento de su materialidad visual: la palabra plástica.
Joan Brossa como ejemplo, no su posteatro ni su poesía escénica sino su poesía visual.


 -Posiblemente a través del desmantelamiento de su materialidad sonora: la palabra fónica.
“La voz es, entonces, el medio de liberación del lenguaje y de la anastasis, mas ella debe pagar por el sólo hecho de estar ahí. Descubrimos que el peaje inflexible y éste sublime castigo – que da el acceso a este elemento de crueldad- son su perfecta posibilidad. Es en la repetición que la voz puede salvarse y en el límite –sobre el límite- deviene posibilidad, belleza. […] En este sentido la voz no es una voz que “va” sino una voz que “viene”. Es un fantasma. Es como si ella entrara a las angustias de su propia pesadilla. Esta voz es el signo de un retrato de la escena, en el sentido de un éxodo, de una lenta desaparición del teatro. Hacer del teatro, entonces, un lugar de umbral y, por último, de fuga” (Castellucci)

-“Despojar al teatro de toda su retórica, por medio de hacerlo acto sin finalidad, por exposición de develaciones sucesivas.” (Villarreal). “Desde este panorama el actor no es intérprete sino la Persona donde suceden los acontecimientos del Ser. Él es la Persona que ensaya la condición de Ser y Estar”. El actor filósofo.
Lograr que la palabra se exponga, que sea expuesta.
Vaciar la palabra de sentido.

El Ser y Estar de la palabra.

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